martes, 14 de septiembre de 2010

Libertad…. ¿Hasta dónde?

El Senado francés ha aprobado hoy una nueva ley que va dirigida a la prohibición del hiyab y el burqa, prendas de vestir que utilizan comúnmente muchas mujeres en la cultura musulmana, sobre todo en los países del Asia central, como puedan ser Afganistán, Irán, Pakistán, etc.
El debate sobre si la prohibición era legítima al defender los derechos de las mujeres, si estaba de más por considerarse una intromisión en la vida personal de las musulmanas que lo utilizan o de si viola la igualdad formal entre los hombres y las mujeres, ha sido acalorado durante varios meses en la sociedad francesa. Una sociedad que posee una amplia población inmigrante de países originarios con tradición musulmana como puedan ser los países africanos con costa en el Mar Mediterráneo, una de las zonas donde el niqab es utilizado, no tanto así el burqa.

Que el Proyecto de Ley presentado que ha fructificado en el Senado francés, ha sido casi apoyado de manera unánime por los senadores, 246 a favor y 1 en contra, sin embargo en la sociedad francesa, esa apabullante mayoría no se ha reflejado ni por asomo.
¿Qué sucede en Francia para que la sociedad esté tan dividida en una cuestión en la que sus políticos se encuentran tan de acuerdo? ¿Puede que porque vaya en contra de uno de sus lemas favoritos: “Libertad, Igualdad, Fraternidad”?

Seguramente si sabemos algo más de la tradición musulmana podamos analizar mejor el problema.



El velo, ya sea en sus múltiples variantes, siempre ha sido una seña identitaria de la cultura musulmana, incluso diferenciándose las propias ramas del islam dentro del mismo país por la utilización de uno u otro tipo. Por ser precisamente un símbolo tradicional, identitario y también religioso, esta cuestión se hace mucho más difícil.
Nada ilustra mejor la interacción entre la prescripción coránica y la práctica consuetudinaria que la evolución del velo (hiyab, burqa, niqab, chador…) y la reclusión de las mujeres en los primeros tiempos del islam. Ambas son costumbres asimiladas de las sociedades persa y bizantina y consideradas expresiones adecuadas a las normas y valores coránicos, incluso adaptaciones de estos pueden verse en diversos trajes tradicionales de la península fruto de la interacción con el Islam andalusí.


El Corán no estipula el velo o la reclusión. Al contrario, tiende a subrayar la participación y la responsabilidad religiosa tanto de hombres como mujeres. Sin embargo, el Corán dice que las esposas del Profeta debían hablar a los hombres desde detrás de un tabique y aconseja a las mujeres vestir con modestia;

“Y di a las creyentes que bajen la mirada y que guarden su castidad, y no muestren sus atractivos sino lo que de ellos sea aparente; así pues, que se cubran el escote con el velo y que muestren su belleza solo a sus maridos, sus padres.”
   
La interpretación de al-Baydawi, un musulmán persa del siglo XIII y uno de los expertos coránicos más renombrados, que escribió:

“De hecho, todo el cuerpo se debe considerar pudendo y ninguna parte del mismo puede verla legalmente salvo su esposo o un pariente cercano, excepto en caso de necesidad, como cuando se está siguiendo un tratamiento médico o prestando declaración”.

Vemos aquí, como puede ser en el cristianismo, como la interpretación del Corán (o en su defecto de la Biblia) puede dar lugar a perversiones que se prolongan en el tiempo y se asientan como consuetudinarias dentro de la sociedad. ¿No ha sido, y es todavía propio del cristianismo, el que muchas de sus religiosas, incluso sus religiosos, se cubren con amplias vestimentas que tapan todo su cuerpo?.

El velo y la reclusión tenían un propósito original, la protección del honor y la diferenciación de las mujeres. Fueron adoptados por las mujeres urbanas de clase alta que vivían en grandes palacios y cortes, y que disfrutaban de una movilidad considerable. Pero como siempre en la sociedad, las clases más bajas van a la estela de las más pudientes. Por lo que las mujeres de las aldeas y zonas rurales, también adoptarían estos, aunque tardaron más en adoptar estas prácticas, ya que interferían en su capacidad para trabajar en el campo. Con los siglos, cuando la segregación de las mujeres en el hogar se extendió a todos los estratos de la sociedad, tuvo consecuencias imprevistas y nocivas.
Las mujeres más pobres fueron confinadas en pequeñas casas con contactos sociales muy limitados. Fueron apartadas de la vida comunitaria. Al prevalecer las costumbres tribales, tanto la letra como el espíritu de las reformas coránicas se vieron debilitadas y subvertidas por prácticas como el talaq al-bida. Pese a que existen pasajes coránicos que hablan de los derechos de las mujeres y aconsejan que sean tratadas justa y equitativamente, se establecieron regulaciones como la “casa de la obediencia”, que exige que una mujer obtenga permiso de su marido para abandonar la casa. Si no lo hace, el puede pedir a la policía que la haga regresar a la fuerza y confinarla hasta que sea más obediente.

Por tanto si analizamos la cuestión del velo, no es tan sencillo como muchos dicen a prima opinio. No tiene porqué ser una imposición del marido. Es más complejo.
Sobre todo más aún cuando se ha hecho una ley para una minoría encubriendo que está especialmente dirigida a esta, donde ni siquiera aparecen la palabra burqa o niqab,  sino que se limita a exponer que "nadie puede llevar, en un espacio público, una vestimenta destinada a disimular su cara", exponiendo numerosas excepciones tales como desde una mascarilla por razones medicas, a las caretas de soldadura, así como a los occidentalísimos (que también con cierta raíz cristiana) Papá Noel. Una ley que ataca a un colectivo de manera indiscriminada.



Francia ha calculado que de sus 65 millones y medio de habitantes, solo unas 2000 utilizan el burqa o el niqab, calcule el porcentaje de población que utiliza este. Por lo tanto, primeramente, hace plantearnos si el uso de estas prendas es realmente un problema real de los franceses o una cortina de humo para tratar otros problemas que puede tener el Gobierno francés y que disminuye las páginas de opinión e investigación sobre estos. Cada cual que opine.

Es probable que de esas 2000 mujeres que utilizan ambas prendas, muchas lo lleven como símbolo identitario de su cultura, una cultura que han dejado atrás emigrando a otro país. También es cierto que otras muchas pueden llevarlo por obligación marital, no tanto que social, pues en Francia, no así como en sus países de origen, el uso del burqa o el niqab no está extendido. Queda por tanto preguntarnos hasta donde tiene el Estado derecho a legislar, hasta donde este puede inmiscuirse, hasta donde puede llegar en problemas que no se han definido claramente y que difícilmente se hará. Si el Estado a base de coerción puede limitar aún más la libertad del individuo, o si por el contrario la libertad del individuo, aunque en ciertos casos no pueda definirse y se dejen indefensos a los ciudadanos, aunque sean una minoría, a su suerte, prevalece sobre la imposición. Son preguntas de difícil respuesta.



Desde mi punto de vista la imposición de la prohibición de la utilización del burqa o el niqab en todo ámbito, ya sea un edificio público o la propia calle, es una barbaridad mayúscula. Es una ley que no respeta los derechos de expresión de llevar estas prendas porque así lo considera correcto, como tampoco ataja el problema de evitar que lo lleven aquellas personas que se ven forzadas a llevarlo. Que es preciso defender la integridad de la mujer y evitar la coacción del hombre sobre esta, todos estamos de acuerdo, pero cuando se trata de la competencia entre la libertad de expresión de esa persona, y la libertad de expresión que nosotros, con nuestra cultura suponemos que es mejor para ella, existe el conflicto.
Cuantas veces no hemos oído a algún amigo o familiar que haya viajado a países donde la tradición y la cultura musulmana obligan a la mujer a ponerse ya no el burqa o el niqab, sino el  hiyab.

Creo que esta ley no responde verdaderamente al problema en cuestión, sino que es un parche de los conservadores, aunque también votado por parte de la izquierda, a algo que es consustancial a Francia y que con la globalización, como a otros tantos pueblos les sucede, sus señas identitarias pueden verse afectadas por la inmigración y es a la inmigración con una cultura más extremadamente distinta a la francesa a la que atacan… Difícil es la lectura, aunque no sería la primera vez que se busca una cabeza de turco para un problema, o sino, como dijo Eduardo Galeano refiriéndose a la crisis económica y a las medidas que se tomaron para contrarrestarla:  “Ahora va a ser que la culpa de la crisis la tiene Grecia”.

Que cada cual opine. Desde aquí el apoyo a todas aquellas mujeres discriminadas y subyugadas. Sin embargo creo que es a través de la educacion y la pedagogía democrática y social como se deben erradicar las discriminaciones, no a través de la prohibición o por su defecto, la imposición.

                 Liberté, Igualité, Fraternité

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